Un rasgo característico de los Hippies es su pasión por viajar. Los viajes eran un modo de investigar, de descubrir, de explorar el mundo que les rodeaba, y también de evadirse. Las aventuras turísticas tenían, más o menos, la misma función que las drogas, por lo que cuando se conciliaban ambas cosas la sensación de libertad y experimentación era plenamente satisfactoria. La cuestión económica no era un problema, no les preocupaba el escaso presupuesto, la comida y el alojamiento se planeaban sobre la marcha. Aparecieron los crash pads, lugares en los que se solía cobijar a viajeros a cambio de pequeñas contribuciones. También surgieron en esta época las famosas furgonetas volkswagen en las que llevaban algunas cosas para subsistir y los automóviles modificados para viajar grandes distancias. A estos viajes, y en general, a su vida alegre y despreocupada en ocasiones comunitaria, iba ligada la música. Amaban tocar y componer música, de ahí la fotografía que todos tenemos en la memoria de películas como Forest Gump, (o al menos yo la tengo) de un hippie sentado en la playa con las piernas cruzadas y una guitarra entre los brazos, junto a otros jóvenes cantando canciones alrededor de una hoguera. A esta contracultura se le asocian grupos musicales como Pink Floyd o Los Beatles, aunque estos fueron venerados por muchos, jóvenes y adultos, a lo largo de la historia, no solo por los chicos innovadores de los 60.
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